La leyenda de Shangri-La nos habla de un paraíso oculto entre las montañas, donde sus habitantes viven felices y en paz.
A veces el mundo a nuestro alrededor se torna hostil. Se convierte en un lugar frío, árido, estridente, aspero,desagradable, sumido en el tedio de lo idéntico, nos asfixia con su vorágine de desasosiego.
Que importante es, en esos momentos de zozobra, tener nuestro remanso de paz, nuestro Shangri-La. No te hablo de escapar a los templos de Bali, ni de perderte en las playas de Tailandia (aunque dicho sea de paso tampoco estaría mal). Te hablo de convertir nuestro hogar en un santuario donde disfrutar de tu familia, tus seres queridos y de, porqué no, tu soledad.
Una lampara de suelo con luces cálidas, tal vez unas velas, un difusor de aceites esenciales con el aroma que más disfrutes, unas plantas, objetos que- más allá de lo estético- signifiquen algo para ti (quizás la mesa de tu abuela o la artesanía que compraste en aquel viaje), materiales naturales (menos plastico y más madera y algodón). Quizás cambiar esa serie tan violenta por música que te guste y un libro que te inspire y/o te divierta. En definitiva, rodéate de todo aquello que eleve tu alma, que te aporte bienestar y calma. Convierte tu casa en un sitio donde quieras estar, en ese santuario donde cada vez que la vida te supera puedas escapar.
Te escribo estas líneas desde la soledad de una habitación de hotel. Estoy cumpliendo mi sueño de impartir conferencias pero el mayor sueño es siempre volver a casa. A ti que estás leyendo estás líneas, te imagino en la mañana del domingo, tal vez aún es pijama, con tu café calentito y fantaseao con poder contribuir a construir, con mis letras, tu santuario.
Con todo mi cariño.
Antonio.
Efectivamente contribuyes a construir nuestro santuario personal 🤗
Así debe ser, un Santuario!!! Hogar dulce hogar