Hoy voy a contarte algo muy personal, voy a hablarte desde el corazón.
De pequeño sufrí bullying por mi peso. Mi infancia estuvo marcada por risas, bromas crueles y comentarios hirientes, pero lo que más me dolía era el rechazo, escenificado en el hecho de siempre ser el último elegido para juegos y deportes.
Crecí sintiéndome menos guapo, menos delgado, menos divertido, menos guay que lo demás. Y lo traté de compensar siendo más trabajador, más sensato, más responsable, más aplicado que "esos demás".
Buscaba la validación en los adultos que los niños me negaban. Me hice mayor y esas obligaciones autoimpuestas permearon tanto dentro de mi ser, que pasaron a formar parte de mi identidad.
Nunca me he permitido fallar, me he validado por mi trabajo, siempre esforzándome más de lo que me pedían, dándolo todo, vaciándome por los demás, siempre poniendo una sonrisa, siempre pidiendo perdón, inseguro, siempre perfecto, aterrado por el fracaso, buscando la aprobación de los demás, sintiéndome pequeño, buscando referentes a los que admirar, héroes que me salvaran.
Por supuesto que esa actitud me ha traído muchas buenas pero también ha sido el caldo perfecto para que muchas personas se aprovechen de mi (cosa que, a día de hoy, aún pasa).
No te voy a engañar. Hoy sigo cargando la pesada mochila que encorvó mi espalda y agachó mi cabeza desde mi infancia. Pero lo importante es que estoy trabajando para liberarme, aprendiendo a dejar ir.
Por eso donde antes veía problemas ahora trato de ver oportunidades para crecer... créeme hay muchas jajaja... ¿Porque sabes una cosa? Los cabroncetes que hacían bullying de pequeños han crecido pero se siguen comportando igual, tienen la imperiosa necesidad de pisotear a los demás, de buscar debilidades para sentirse fuertes, de ser "los matones del patio".
Hoy en día, amparados por la impunidad de la pantalla, muchas personas pagan la frustración de sus vidas vacías con personas a las que nos conocen, no saben nada del transitar de esos a los que pisan, no saben si están sufriendo, si lo están pasando mal, si están enfermos, si se sienten solos, si tienen problemas de salud o económicos. Simplemente juzgan en base a una foto o un comentario y sentencian. Condenan con una superioridad moral que me enerva profundamente. No puedo dejar de pensar que yo, gracias a Dios, tengo una familia y amigos que me quieren y multitud de personas (cómo tú) que me regalan su cariño a diario, además estoy trabajando en mi crecimiento personal y en mi resiliencia mental.
Pero... hay demasiada gente que se siente sola, hay vidas demasiado complicadas como para tener que aguantar la mierda gratuita que otros vierten desde un interior tan oscuro como el hedor de sus almas. Y no es justo, no lo es.
“Queridos” abusones, por supuesto que todo el mundo puede tener una opinión, sois muy libres de que os moleste el peso, el aspecto o las ideas de una persona. ¿Pero sabéis una cosa?, vuestra opinión no le importa a NADIE, así que haceros un favor y guardáosla para vosotros mismos, pero eso si, cuidado con morderos la lengua, Dios no quiera que os envenenéis.
He de admitir que siento un profundo hastío de esta sociedad del postureo, me cansan los que otorgan virtudes morales a sus cuerpos esculturales, lo que presumen de vidas, los que sienten más.
¿Porqué escribo todo esto? ¿Porque soy un resentido? Espero que no ; ) jeje. Lo hago con la esperanza de que si, alguna vez te has sentido menos, recuerdes que no eres ni más ni menos que nadie, ERES TÚ y eso es más que suficiente, que carajo, eso es GENIAL.
No dejes que nadie apague tu luz.
Un abrazo gigante.
Antonio.
P.D. Si crees que estas palabras pueden ayudar a alguien, no dudes en compartirlas.
Me quedo con la teoria de los niveles de conciencia. Tu más serenoy ellos, los abusones, más vacios
Seguro que hablar desde el corazón también activa las mitocondrias 💖