Carl Gustav Jung usaba el término metanoia (del griego “más allá de la mente”) para hablar de una transformación profunda del corazón y la mente a su forma positiva, de un proceso de reforma de la psique como un medio de autocuración.
Uno de mis propósitos con esta newsletter es que me conozcas más, que me conozcas mejor. Es por eso que hoy me gustaría contarte uno de los eventos que supuso, para mi una profunda metanoia. No fue un evento traumático, ni un retiro en un lugar mágico, no fue algo milagroso, ni sobrenatural (o tal vez si), fue la lectura de unas lineas escritas el 24 de febrero de 2015 en el New York Times por Oliver Sacks, él que a la postre se convertiría en uno de mis grandes referentes y porqué no decirlo una de mis grandes influencias a la hora de “lanzarme” a escribir.
Hasta ese día, no tenía conciencia de la existencia de Oliver Sacks. A partir de ese día, mi conciencia sobre la existencia cambió de una manera profunda, la metanoia ocurrió.
Te comparto aquellas lineas escritas por el profesor de neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, autor de varios libros, entre ellos “Despertares” y “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” y ,sobre todo, un ser excepcional. Espero que te ayude tanto como a mi.
De mi propia vida, por Oliver Sacks:
Hace un mes sentía que gozaba de buena salud, incluso diría que era formidable. A mis 81 años, aún nado un kilómetro y medio diario. Pero la buena suerte me ha abandonado. Hace unas semanas me informaron que tengo metástasis múltiples en el hígado. Hace nueve años descubrieron que tenía un tumor poco común en el ojo, un melanoma ocular. Si bien la radiación y el láser lograron eliminarlo, quedé ciego de ese ojo. Este tipo de tumores muy rara vez produce metástasis, pero parece que pertenezco al desafortunado dos por ciento de los casos en que sí sucede.
Me siento agradecido por haber disfrutado de nueve años de buena salud y productividad desde que fui diagnosticado, pero ahora me enfrento a la muerte. El cáncer ha invadido un tercio de mi hígado y aunque se puede retrasar su avance, el tipo específico de cáncer que padezco no se puede detener.
Ahora debo elegir cómo vivir los meses que me quedan. He de vivir de la manera más rica, significativa y productiva que pueda. Me alientan las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, quien, al enterarse de que estaba gravemente enfermo a los 65 años, escribió una breve autobiografía en un día de abril de 1776; la tituló “De mi propia vida.”
“Preveo ahora una pronta decadencia,” escribió. “He sufrido muy poco dolor por mi mal y, lo que es más extraño, nunca he sufrido – a pesar del gran deterioro de mi persona – un solo momento de abatimiento de ánimo. Tengo la misma energía de siempre para el estudio y la misma jovialidad cuando estoy en compañía.”
He contado con la enorme fortuna de vivir más de 80 años y los 15 años que pude sobrevivirle a Hume han sido igualmente generosos tanto en el trabajo como en el amor. En este tiempo, he publicado cinco libros y terminé una autobiografía (un poco más extensa que las breves páginas de Hume) que se publicará en la primavera. Tengo otros cuantos libros casi por terminar.
Hume continúa: “[...] fui, digo, un hombre de disposición apacible, de temperamento controlado, de humor abierto, social y alegre, capaz de sentirme vinculado afectivamente pero poco susceptible a la enemistad y de gran moderación en todas mis pasiones.”
En esto me diferencio un poco a Hume. Aunque he disfrutado de relaciones amorosas y de amistad y no tengo enemigos, no puedo decir (ni nadie que me conoce lo diría tampoco) que soy un hombre de disposición apacible. Por el contrario, soy un hombre de una disposición vehemente, con un entusiasmo que raya en lo violento y una extrema falta de moderación en todas mis pasiones.
Con todo, una línea del ensayo de Hume me impresiona por ser particularmente cierta: “Es difícil,” escribió, “estar más desprendido de la vida de lo que lo estoy en la actualidad.”
En días pasados, he podido ver mi vida como desde una gran altura, como si mi vida fuera una especie de paisaje y cada vez me siento más conectado con cada una de sus partes. Esto no significa que haya puesto un punto final a la vida.
Todo lo contrario, me siento intensamente vivo y quiero y espero estrechar mis amistades, decir adiós a aquellos a los que amo, escribir más, viajar si me quedan fuerzas y alcanzar nuevos niveles de entendimiento y aprendizaje.
Ello requerirá audacia, claridad y, hablando llanamente, tratar de saldar cuentas con el mundo. Pero habrá tiempo, también, para algo de diversión (e incluso para hacer algunas tonterías).
Siento una repentina claridad y perspectiva. No hay tiempo para nada que no sea esencial. Debo concentrarme en mí mismo, en mi trabajo y mis amigos. Ya no veré las noticias todas las noches ni pondré atención a la política o a los debates sobre el calentamiento global.
No es indiferencia, sino desapego: sigo teniendo un profundo interés por el Medio Oriente, el calentamiento global y el ahondamiento de la inequidad, pero ya no son asunto mío; pertenecen al futuro. Celebro conocer jóvenes talentosos, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mi metástasis. Siento que el futuro está en buenas manos.
Desde hace unos 10 años, he sido cada vez más consciente de la muerte de mis contemporáneos. Mi generación va de salida y con cada muerte he sentido un desmembramiento, como si cada vez arrancaran una parte de mí. Ya no existirá nadie como nosotros cuando nos hayamos ido, ya que nadie se asemeja a nadie jamás. Cuando las personas mueren, no hay quien las reemplace. Dejan huecos que son imposibles de llenar, puesto que el destino – el destino genético y neuronal— ha querido que cada ser humano sea un individuo único, encuentre su propio camino, viva su propia vida y muera su propia muerte.
No voy a simular que no tengo miedo, pero el sentimiento que predomina en mi interior es de gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado a cambio lo que he podido. He leído, viajado, pensado y escrito. He tenido una relación especial con el mundo, como la relación extraordinaria que tienen los escritores y los lectores.
Y, más que nada, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.
Elige cómo vivir la vida que te queda (sea la que sea). Vive de la manera más rica, significativa y productiva que puedas.
Leer algo que otra persona escribió, me transformó. No pretendo compararme con Oliver Sacks, pero desde ese momento me propuse contribuir a la transformación de otras personas. No desde un altar de superioridad, desde mi vulnerabilidad, desde mis infinitos tropiezos, desde mis inseguridades, desde mis frustraciones. Compartir con el mundo, las enseñanzas que la vida me ha regalado. De ahí esta newsletter, mis redes sociales, mis libros y desde mañana METANOIA, mi nuevo e ilusionante proyecto. Un podcast, de la mano de mi querida Noelia Romero, en el que fluir sin guión.
Ya puedes escuchar el episodio 0, te lo comparto aquí abajo, simplemente dale al play y entrarás en nuestro Universo.
P.D: Desde el próximo lunes 19 de Febrero, tendrás disponible el primer episodio y cada 2 semanas, aproximadamente, un capítulo nuevo. Ojalá nos acompañes.
Con cariño.
Antonio.
Gracias Antonio por tu newsletter. Leerte me da paz y entender cosas de mi vida.
millones de gracias