El otro día el algoritmo de instagram me mostró un perfil que se llamaba "clotheslinepoetry", significaría algo así como la poesía de la ropa tendida.
Es increíble como nos tienen más que calados estos de las redes (aunque esto daría para otra newsletter). En mi caso, detenerme bajo una cuerda con ropa tendida, tan característico del pueblo mediterráneo, ejerce en mi una suerte de meditación. Pasear por un barrio en el que la ropa cuelga de sus ventanas y balcones, caminar cerca de personas tan abiertas que no esconden ni su ropa más intima, me hace sentir "hogar".
La ropa tendida guarda todos los secretos de quien la habita. En su sutil baile con el viento y el sol, susurra al mundo la intimidad de tantos hogares.
Secar la ropa es una especie de arte.
El olor a ropa tendida en cada esquina y la sábanas ondeado cual vela de un barco listo para zarpar es la liturgia de barrios como el Albaycin de mi querida Granada, el Quartieri Spagnoli de Nápoles, Alfama en Lisboa, Bari Vecchia en Bari, Plaka en Arenas o el Raval de Barcelona en otros. Barrios de callejones recónditos iluminados por las sonrisas sinceras de ancianas señoras sentadas a la puerta de su casa. Barrios que forman ciudades vividas como muestra la historia que emana de sus edificios, con sus ventanas desvencijadas, sus paredes desconchadas, sus muros en los que brota la vida en forma de musgo.
Lugares que son historia tan viva que desborda.
Adoro el alboroto de sus calles, prolongación de sus hogares, lugares donde se compra y vende de todo, donde se conversa despreocupadamente, donde se come más allá de los bares, donde se vive.
Entiendo que algunas personas vean desorden, suciedad y cierto grado de despreocupación. Yo veo vida, veo alegría, veo poesía. Al fin y al cabo, cómo decía el escritor chino Lin Yutang que “la mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad del hombre que lo mira”.
Orden y desorden se alternan en estas ciudades, estratificadas en el revoltijo de culturas que las han poblado y que ahora están presentes en cada rincón, desde la arquitectura a las tradiciones y, por supuesto en su cocina. Basta con perderse en la mezcla de voces y rostros para sumergirse en un rica historia y descubrir dos elementos genuinos de estas regiones: la gran hospitalidad de sus gentes y su cocina.
El cálido desorden de estos barrios contrasta con la moderna "arquitectura hostil"con sus calles asépticas, simétricas, pulcras, ordenadas pero estériles, donde solo florecen pinchos de metal en los escaparates de las tiendas, reposabrazos intermedios en los bancos de las plazas, rejas en los soportales... Este mobiliario urbano que, a priori, puede pasar desapercibido constituye, en si, toda una declaración de intenciones. Su objetivo inicial es evitar comportamientos incívicos pero termina siendo algo que te invita sutilmente a usar las calles solo como un medio para llegar a algún sitio y no como un fin en si mismo como delatan la escasez de sombras, las fuentes apagadas y la carestía de espacios verdes.
Antes los niños salían a la calle a jugar, ahora solo las usan para llegar.
Para terminar me gustaría compartirte un extracto de mi diario personal perteneciente al Viernes 15 de Septiembre de 2023
…..Tras un pequeño lío con las puertas de embarque y previo café en Costa Coffee (cuánto tiempo!), tras un vuelo que se me hizo algo largo (y eso que me acompañaban Bob Dylan, Bon Iver y Steve Jobs), por fin llegamos a Nápoles a las 22.15.
Del viaje hasta el hotel en taxi que decir.... Napoli Style...
Nos encontramos Nápoles cómo siempre caótica, sucia, ruidosa y viva. La ciudad desborda una vida que te atrapa, te hace sentir en casa, te enamora. Cenamos a las 23.00 pero no problem, el camarero te trata como si fueras el vecino del quinto y, literalmente, se sientan contigo en la mesa a prepararte la cuenta. Sentados en una plaza al fresco probamos los polpette (albóndigas con tomate), una berenjena parmesana y unos espaguetis con tomate, ajo y aceite con vino blanco de Pompeya (o eso nos vende el camarero) en compañía de Pepe, si si él del teatro Manuel de Falla de Granada... ya se que estamos en Italia pero qué decirte, así es Nápoles... I M P R E D E C I B L E.
El postre tiramisu de la Nonna y un café, como no, en una mini cafetera italiana.
Y de vuelta al apartamento con la pancetta llena, el alma contenta y con la pregunta de porqué demonios nos encanta este caos…..
Espero de corazón que esta historia te haya gustado.
No en vano, está escrita con el mío.
Un abrazo grande.
Antonio.
Hola,
En el Eixample barceloní, los edificios que forman parte de una illa (traducido es isla, en este contexto manzana de edificios) comparten patio de luces (otro toque poético). Desde la ventana de uno de estos edificios observo los patios, balcones y ventanas del edificio de delante, o mejor dicho, de detrás 😉; plantas, flores, ropa tendida, ondeando al son de la brisa, ventanas semiabiertas, un gato tumbado al sol. Generalmente no veo a nadie, pero siento la inmensidad de la vida de desconocidos que late tras las paredes. Toda esa vida y yo somos UNO, somos la misma Vida que respira aquí y ahora.
Gracias por Ser
Es precioso como lo cuentas, pura poesía que me permitió con la imaginación recorrer esas calles contigo! Gracias por compartir esta hermosa experiencia!!🥰🌈👏👏👏🙏🙏