He de confesarte que esta no es la newsletter que tenía preparada para esta semana. Un retraso en mi vuelo a Barcelona de esta mañana me había dado el tiempo más que suficiente para cumplir con nuestra cita de cada domingo por la mañana. Ahora mismo son las 21.17 del Sábado 5 de Octubre de 2024, acabo de llegar a mi hotel y he pensado que tengo que hablarte sobre mi amigo Emilio.
Venir a dar una conferencia a Barcelona es jugar en casa, aquí siempre me tratan con un inmenso cariño. Sinceramente, creo que tengo un lazo astral con esta ciudad. Por ejemplo, hace un rato mientras caminaba por el Paseo de Gracia, iba pensando en lo guay que sería comprar un libro de Josep Pla. En ese momento me he encontrado con un feria del libro antiguo y adivina.... "Un Señor de Barcelona" me estaba esperando. Con la emoción me he puesto a caminar y se me ha hecho un poco tarde, por lo que he pensado hacer parte de mi trayecto hasta el hotel en taxi. Es ahí donde he conocido a Emilio.
Mi trabajo es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande.
Josep Pla.
¿Crees que puedes hacerte amigo de alguien en 10 minutos? Ese es el tiempo que separa la Plaza de Cataluña de la Fira de Barcelona, el tiempo que la vida me ha regalado al lado de Emilio.
Al principio he alucinado con él porque se ha bajado a abrirme la puerta. Pero más que por el gesto en sí, lo que más me ha llenado ha sido la cara de buena persona que tenía. Emilio es de la old school. Con su gps tomtom prehistórico, su cubre asiento de bolitas, la foto de un santo en el salpicadero, una edad próxima a la jubilación y una técnica un poco peculiar a la hora de tomar las rotondas (kamikaze creo que la llaman)
Entre rotonda y rotonda, tras compartir unas breves palabras, Emilio me ha preguntado si era de Granada. “Así es” le he contestado. Resulta que Emilio es de Huétor Tajar, un pueblo muy cerquita del mío. Él ha crecido jugando en el mismo río, al abrigo de las mismas choperas en las que yo paseo a diario con mis perritos.
En esos escasos 10 minutos me ha contado su vida, sobre sus 50 años, sobre sus más de 30 como taxista, lo mucho que le entristeció tener que vender la casa de su infancia en el pueblo y lo feliz que le hace volver a visitarlo cada vez que puede.
Al llegar a mi hotel, Emilio se ha vuelto a bajar del taxi, pero esta vez para darme un abrazo. Me ha dicho "ojalá que algún día cuando vaya caminando por Granada escuche: ¡¡Emilio taxista!! Y seas tú".
Acto seguido se ha subido a su viejo toyota y se ha marchado, llevándose consigo un trocito de mi corazón.
Lo más probable es que mi amigo Emilio de Huetor Tajar jamás lea estas lineas. Pero el hecho de que las estés leyendo en este momento, me hace imaginar que esta noche, cuando Emilio llegue a su casa después de una maratoniana jornada de trabajo, comparta con los suyos nuestro encuentro y, quizás antes de dormirse piense en mi y se le dibuje la misma sonrisa en su rostro que la mía al contártelo.
Con cariño.
Antonio.
Que lindo, soy de las que piensa que este tipo de conexiones son porque en otra vida han formado parte de nosotros, quizas como familia,..encontrar a alguien desconocido con quien conectas en tan poco tiempo de una forma tan grande tiene que tener algún significado😊
El placer de los pequeños detalles,. Enriquecedora experiencia, Gracias por compartirla !