Leyendo el libro Jugarse la piel de Taleb, me encontré con la famosa fábula del perro y el lobo de Esopo.
El perro alardea ante el lobo del lujo, la comodidad y la opulencia que ostentaba. Su amo se ocupaba de que no pasara ni frío, ni hambre, ni sed. Pasaba sus días tumbado a la bartola en su mullido cojín, no tenía que preocuparse de nada, los peligros se habían esfumado de su vida. Todo pintaba de color de rosa, hasta el punto de que el perro incitaba al lobo a que se alistase a la nueva vida.
En un determinado momento de la conversación, el l lobo le preguntó sobre ese extraño artilugio que rodeaba su cuello. El perro le explicó que era su collar, cuando el lobo comprendió para que servía se aterrorizó.
“De todas tus comidas, no quiero ninguna.” Se escapó hacia rutas salvajes aun hoy sigue corriendo libre. Pasará frío, hambre y sed, pero le otorgará un sentido al tiempo que permanezca en este mundo.
La pregunta es: ¿qué te gustaría ser, perro lobo?
Esta fábula me viene de perlas para hablarte de la felicidad, eso si desde un contexto evolutivo. Lo que voy a compartirte hoy, son algunas de las reflexiones de la conferencia que impartí en Bilbao el pasado 25 de Abril en las jornadas sobre evolución y neurociencias.
LA IDEA CENTRAL DE MI CHARLA FUE CONFUNDIMOS FELICIDAD CON COMODIDAD
La vida moderna con el sofá, la tele de pago, la calefacción, el aire acondicionado, la deliciosa comida ultraprocesada nos ha dado unas dosis de confort jamás soñadas por nuestros bisabuelos. ¿Pero acaso somos más felices ahora que antaño?, buena pregunta eh? A la que yo no tengo respuesta pero si miramos los datos parece que no nos va muy bien en cuanto a salud mental se refiere…
En la imagen de abajo se ve a unos bosquimanos del desierto del Kalahari en Namibia. Te aseguro que sus vidas no son nada fáciles, sin embargo se les ve bastante felices, sonriendo, contando historias, compartiendo, no quiero idealizar la vida de un cazador recolector. Sólo ponernos en contexto, no te digo que hay que volver a la caverna pero si revaluar, hacer un reset y ver que es lo que no está funcionando.
Tendemos a identificar la felicidad con experimentar sensaciones agradables, al tiempo que asociamos el sufrimiento con las sensaciones desagradables. Según esto ser felices sería algo parecido vivir más momentos agradables que desagradables. Sin embargo, la ciencia nos dice que ese tipo de felicidad es efímera. La felicidad tiene que ver más con el sentido de propósito (del que hablamos en artículos anteriores) pero también, como decían los estoicos, solo la encontraremos viviendo acorde con nuestra naturaleza.
Para el biólogo y humanista E.O. Wilson el verdadero problema de nuestra sociedad es que “tenemos emociones del paleolítico, instituciones medievales y tecnología propia de un dios, y eso es muy peligroso”.
Nuestra genética es la del cazador-recolector y opera como tal en un mundo que le es ajeno, inhóspito y hostil. Lo que más estresa a nuestro cerebro es la sensación de pérdida de control y eso es justo lo que percibimos a diario en el contexto sociopolítico, económico y ecológico actual. En otras palabras, la vida moderna nos enferma y nos entristece, vuelve a nuestros cuerpos y cerebros demasiados frágiles.
Cuando hablo de cerebros frágiles no lo digo solo en un plano psicológico. Cuanto más domesticada es la vida de un ser vivo más pequeño se vuelve su cerebro. Sabemos que los lobos tienen cerebros más grandes que los perros, los jabalíes más grandes que los cerdos y así con todas las especies. Las versiones domesticadas ganan comodidad pero al perder los desafíos, también pierden cerebro.
Pero no te preocupes que hay esperanza como muestra este artículo de la Royal Society of Open Science
Escapar del cautiverio libera nuestro cerebro, de ahí que volver a vivir los desafíos de una vida autentica como el frío, el hambre , el calor o el ejercicio nos reconcilie con nuestra genética, calmando a nuestro cerebro. De ahí que solo volviendo al origen podamos avanzar.
Cuando vivimos en una burbuja de confort, evitando la incomodidad a toda costa, se nos olvida que estamos vivos, nuestro mundo se vuelve muy pequeñito, y la tediosa rutina nos lleva a vivir una vida en piloto automático.
No postergues la felicidad. No hablo de disfrute, ni de hedonismo, hablo de felicidad, cada cual la encuentra en un sitio distinto.
Báñate en las aguas frías de los mares, ríos y lagos; sal a la naturaleza a abrazar árboles, corre por el campo, toma el sol en bolas; juega como un niño, abrazo a los tuyos (y de vez en cuando a algún desconocido), no tengas miedo de sentir.
Busca la felicidad en el mundo real. Y si tienes la suerte de tocarla, aférrate a ella aún sabiendo que posiblemente se te escape de entre los dedos como un puñado de arena de playa, porque de eso va el juego. De soltarla para volverla a agarrar, el pilla pilla de la felicidad.
P.D. En mi caso una de las cosas que me hace más feliz es escribir, como ahora a las 1:07 del Domingo 5 de Mayo mientras escucho a Riopy.. ya lo se no me regañes… debería estar durmiendo pero me he entusiasmado con este newsletter y el tiempo me ha volado. Lo que te decía escribir me hace feliz y que tu lo leas, multiplica esa felicidad. Así que gracias por estar ahí y haber llevado a mi último libro activa tus mitocondrias hasta la sexta edición.
Ya me voy a dormir.
Un abrazo muy grande.
Antonio.
Gracias Gracias Gracias querido Antonio
Menudas perlitas Antonio...
Gracias 1000