De entre las múltiples bondades del pueblo italiano, la prudencia al volante no es una de ellas. Si has conducido por Italia, sabes muy bien de lo que te hablo.
Moverse con un pequeño fiat 500 por una autovía italiana que no conoces, atestada de camiones, se antoja una epopeya digamos que "poco relajante". En este contexto, cubrir la distancia desde una casita perdida en los campos de la Emilia Romagna hasta la ciudad Toscana de Pisa, no parece ser la experiencia idónea para culminar un viaje vacacional.
El plan inicial era llegar a Pisa a la hora de la comida. Allí disfrutaríamos de las viandas que habíamos comprado en una pequeña norcineria. Pero, antes de emprender el viaje de vuelta, Maria tuvo una idea que, a la postre, resultó ser genial. ¿Y si decidimos no hacer caso al GPS?, ¿ y si óptamos por recorrer las bucólicas pero sinuosas carreteras rurales italianas?, ¿y si convertimos el trámite de la vuelta en algo digno de ser recordado?
Y así lo hicimos...
Nos dispusimos a emprender un paseo digno de una pelicula de Fellini. Tranquilamente, con las ventanas bajadas para disfrutar de la brisa de finales de septiembre, mientras conversabamos admirando los parajes toscanos. Así, curva tras curva en una especie de meditación en movimiento, fuimos disfrutando cada uno de los kilómetros de nuestro viaje.
Se acercaba la hora de la comida y aún nos restaban varias horas de trayecto por lo que decidimos hacer un alto en el camino para improvisar un picnic. En ese momento oteamos en el horizonte una ingente masa de agua, se trataba del impresionante Lago Bilancino,el más grande de la Toscana, que nos regalo uno de los almuerzos más bonitos y ricos que recuerdo.
Allí sentados en la hierba, solos, mirando las tranquilas aguas, escuchando a los pájaros, disfrutando de la vida lenta y del tiempo sublime, nada más podía pedirle a la vida.
Con la tripa contenta y sin prisa, volvimos a nuestro cinquecento para reanudar el camino sin imaginarnos lo que unos kilómetros más tarde nos regalaría el destino.
Tras un rato de carretera, vislumbramos al fondo de un paisaje idílico la icónica silueta de la ciudad de Florencia en la que resalta la su magnífica cúpula ideada por el genio de Brunelleschi . El destino nos había regalado un breve encuentro con una de nuestras ciudades favoritas, y quien éramos nosotros para hacer oídos sordos a sus designios.
Otra vez más nos salimos de camino preestablecido para fluir y, minutos más tarde, allí nos encontrábamos sentados en la Plaza de la República con su famoso tiovivo, en la terraza del emblemático Caffè Gilli (como me gusta ese sitio) tomando un espresso y una aqua frizzante.
Al final llegamos de noche a Pisa, pero no importaba, nadie nos esperaba, salvo un paseo a las orillas del Arno y su famosa torre inclinada.
¿Visitar Florencia sólo para tomar un café?
Moraleja de la historia:
A veces el camino más corto y rápido no siempre es el mejor. Cuando nos desviamos para transitar sendas más largas y sinuosas, y nos tomamos el tiempo para "disfrutar del camino" con calma, la vida- muy a menudo- nos regala experiencias maravillosas.
El viaje al que llamamos vida no es el destino es el camino.
Con todo mi cariño.
Antonio.
Gracias Antonio
El camino debe ser siempre el tema a disfrutar.
Compartiré este post con mi esposa que siempre sueña con la Toscana, tal vez algún día logremos ir juntos…
Nos vemos en el camino
Que maravillosas anécdotas de tus vacaciones tan merecidas!! 🤗Es un aprendizaje para recordar y practicar! 😉No solo la meta es importante! 🤔el camino forma parte de la vida! 🦋🌈Gracias por esas preciosas fotos!!😍👏👏👏 🙏🙏