El secreto de la inmortalidad.
En la primera de las fábulas del Aleph, Borges narra magistralmente ( cómo siempre) la existencia de los inmortales. Tal y como su nombre implica, unos seres que, tras beber las aguas del "río secreto que purifica de la muerte a los hombres", se volvieron inmunes a la barca de Caronte.
En su divina eternidad construyeron "Ciudad de los Inmortales, rica en baluartes y anfiteatros y templos".
Pero, al contrario de lo que podríamos pensar, el contacto con la inmortalidad, lejos de convertirlos en seres elevados, los había transmutado en una suerte de primitivos trogloditas de "piel gris, de barba negligente, desnudos", que devoraban serpientes, carecían del "comercio de la palabra" y que habían abandonado su ciudad para vivir en el desierto y dormir al raso en lechos horadados en la piedra. Habían vivido tantas vidas que habían olvidado el sentido de vivir. Como una especie de "dios que creara el cosmos y luego el caos".
Otro hecho muy relevante, era que el rio mágico de la inmortalidad era, en realidad, una especie de arroyo hediondo de agua ponzoñosa, lo cual es en si una enseñanza importante. Cuántos sacrificios hacemos en nuestra vida para alcanzar algo que, en realidad, no merece la pena.
La felicidad estaba a la vuelta de la esquina -en una sonrisa furtiva de dos personas que se cruzan, en una conversación interesante, en ese abrazo que ahora te viene a la mente, en el olor a café en la mañana, en la brisa fresca de la primavera- y, sin embargo, nos perdimos buscándola.
Los antiguos filósofos sentían que dilatar la vida de los hombres era dilatar su agonía y multiplicar el númeron de sus muertes. En cierto sentido, estoy de acuerdo. Nos preocupamos en exceso de añadir años a nuestra vida, mientras olvidamos el añadir vida a nuestros años. En estos tiempos locos por el concepto de longevidad que no se nos olvide vivir.
Como todos los relatos de Borges, éste está sujeto a múltiples interpretaciones. La que os muestro hoy es una de las muchas reflexiones a las que he llegado leyéndola. Quizás por eso me guste tanto, porque cada vez que relees a Borges lo vuelves a leer por primera vez.
Ahora que estamos en fechas navideñas, es el momento ideal de hacer promoción de mis libros, especialmente del último, Estimula tu nervio vago. (te dejo algunos comentarios de Amazon abajo), pero tengo que decirte que si aún no lo has leído (y por complicado que resulte) lee a Borges.
Con cariño
Antonio.