El otro día llegó a mi teléfono uno de esos vídeos, magistralmente editado, de un gurú imberbe que afirmaba con rotundidad que levantarse a las 5 de la mañana había sido su hack definitivo para alcanzar todo aquello que anhelaba.
La música épica de fondo. Un plano cenital del café humeante. El gimnasio vacío. La pantalla partida con frases motivacionales y gráficos de productividad ascendente.
Todo impecable. Todo optimizado. Todo con la promesa implícita de que madrugar es el nuevo Santo Grial.
Fue entonces cuando recordé las palabras de Bukowski:
“¿Cómo demonios puede una persona disfrutar siendo despertada a las 6:30 de la mañana por un despertador, saltar de la cama, vestirse, obligarse a comer, cagar, orinar, cepillarse los dientes y el cabello, y luchar contra el tráfico para llegar a un lugar donde, esencialmente, ganabas mucho dinero para otra persona y se te pedía que fueras agradecido por la oportunidad de hacerlo?”
Cierto es que el escritor estadounidense hablaba de aquellas personas que se levantan tan temprano que se saltan los sueños, los silencios, la tibieza del mundo aún sin nombre, para meterse a presión en la camisa de un sistema que no diseñaron y fingir gratitud por vender su tiempo a cambio de un sueldo que nunca compra el alma.
¿Pero qué hay de aquellas personas que confunden la realización personal con la autoexplotación?
No es solo una crítica al horario laboral. Es un lamento por la vida no vivida.
Bukowski, con su brutal ternura, no solo hablaba del tráfico matutino o de los jefes. Hablaba del sinsentido ritualizado, del miedo a salirse del molde, del automatismo que a veces confundimos con éxito. Porque en este mundo que idolatra la productividad, dormir hasta tarde es casi un acto revolucionario.
No por pereza, sino por libertad.
Su padre creía en la fórmula mágica del éxito:
“Acostarse temprano y levantarse temprano hace a un hombre sano, rico y sabio.”
Pero murió joven, pobre y —según el propio Bukowski— no muy sabio.
Él eligió otra ruta: la del insomnio, los bares oscuros, las calles húmedas y las conversaciones con los fantasmas del alma:
“Tomando nota, rechacé su consejo y se convirtió, para mí, en acostarse tarde y levantarse tarde.
Ahora, no estoy diciendo que haya conquistado el mundo, pero he evitado innumerables atascos de tráfico matutinos, he sorteado algunos tropiezos comunes y he conocido a gente extraña y maravillosa, uno de los cuales era yo mismo, alguien a quien mi padre nunca conoció.”
No es una apología de la bohemia, sino un reclamo por la autonomía del tiempo.
El despertador no dicta el sentido de tu vida.
Importa más lo que hagas con tu tiempo que cuándo te levantes.
Y siempre, siempre recuerda: para soñar, primero hay que dormir.
Madrugar no es sinónimo de virtud si viene acompañado de amargura.
Yo no sé si tú eres de los que se levantan a las cinco o a las diez.
Pero sí sé que hay que despertar.
Despertar de la vida que no elegiste.
Despertar del guion heredado.
Despertar, aunque sea tarde, a la posibilidad de ser tú mismo.
Hacer algo porque lo dicta un algoritmo o un gurú de turno no tiene ningún sentido.
P.D. Estoy muy contento de poder contarte que la próxima semana, si el Universo (y la fiabilidad de los vuelos) me lo permiten, estaré en Sant Jordi (en Barcelona) firmando Estimula tu nervio vago y repartiendo abrazos (para quien los quiera recibir jaja).
Ojalá puedas acompañarme y si te has enterado por esta newsletter cuéntamelo por favor, me hará mucha ilusión.
Buenos días de Resurrección, amigo Antonio.
Yo soy de los que suelen acostarse pronto y levantarse temprano, normalmente espero unos minutos en silencio a que suene el despertador, luego la nueva aventura de cada día. No desayuno, desde mucho antes de conocer tus libros, y con la misma ilusión de toda mi vida salgo a disfrutar de mi trabajo.
Para mi, si en su momento encuentras un medio de vida que te apasiona, tu vida nunca carecerá de sentido , más bien aumentará.
Soy Agronomo de formación, pero con alma de Agricultor pasional . Cuando hace poco me toco la edad de jubilación, ni me lo planteé, donde puedo ser y estar mejor que donde he desarrollado toda una vida. No me he jubilado, continuo en el tajo, intentando ayudar a futuros Agronomos ( por desgracia cada día menos jóvenes se matriculan en Ing.Agronomica) y como siempre el día se hace corto.
Me encanta el campo, soy feliz en una oficina de más de 500 Kilómetros cuadrados, una oficina que nunca es igual al día anterior, en estos momentos, con la explosión de la flor del Naranjo, el azahar, la impregna todo, desde el olor, ese aroma que te hace sentir una explosión de sentimientos, con unas vistas del blanco apoderándose del verde y siempre cubiertos del azul de mar.
No me extiendo más, si encuentras una pasión donde poder desarrollar tu vida, lo tendrás todo a tu favor, la felicidad será tu fiel compañera.
Un abrazo.
Creo que alcanzas la libertad cuando te despiertas sin despertador y con ganas de ver qué te depara el dia. No se si será feliz o no, pero sin duda estarás abierto al asombro